sábado, 27 de octubre de 2007

En relación a las nuevas políticas educacionales

Las políticas educacionales a partir de 1990 reflejan un evidente interés en la multiplicación de su cobertura de la mano con la calidad manifestada en los componentes estratégicos para cambiar las oportunidades de aprendizaje, a través de la reforma curricular que supone una reconfiguración del fondo del proceso de enseñanza, apuntando y enfocando las materias de manera distinta a la que se venía dando, la cobertura y mejoramiento de la calidad de la enseñanza en lo que supone ser la JEC, y por último la asistencialidad técnica por medio de herramientas tecnológicas como la red Enlaces (todas las escuelas del país tendrán computadores conectados a Internet, todo para el Bicentenario).
Ahora bien estas transformaciones del sistemas educacional se generan de manera gradual, cuyos resultados se pueden reflejar en las evaluaciones de resultados de las estandarizadas como el Simce. Sin embargo pese a estos mecanismos de cambio y nueva estructuración y a que “se considera que el sistema escolar es más capaz que en los 80’ de acoger, apoyar asistencialmente y mantener estudiando a los hijos de los quintiles más pobres de la población” ( Pp.35 “El sistema educacional en la década de 1990...”) y pese a que la tasa de deserción haya disminuido aún existen zonas de extrema pobreza donde los jóvenes siguen desertando del sistema educativo por problemas económicos, socioafectivos, etc. y es ahí donde se deben centrar los incentivos para su permanencia en la escuela, ahora bien creo que la asistencialidad, representada principalmente en la Junaeb sigue siendo poca en cantidad de las necesidades a cubrir, situación que se puede reflejar en la Universidad y las pocas becas de alimentación que entregan. Ahora por otro lado la entrega de un subsidio en dinero para los y las estudiantes en riesgo social puede quizás resultar como un arma de doble filo porque el liceo no va a querer dejar a ese estudiante para así recibir el subsidio que ellos invierten, y por otro lado el estudiante que al recibir de manera directa una parte de este dinero puede que se mantenga en el sistema escolar pero nadie asegura su real interés en el proceso de aprendizaje, ahora bien esto no es general en todos las situaciones porque depende también por los cambios en las prácticas docentes, donde el rol del profesor no se limitado al enseñar únicamente, sino también a realizar otro tipo de actividades con sus estudiantes que involucren grados de socioafectividad, comprensión y otros aprendizajes transversales, tomando los intereses y aptitudes de sus estudiantes. Ahora bien esas relaciones socioafectivas y de actividades extracurriculares se ven más practicadas en los liceos científico-humanista que técnico-profesional donde el trato es más impersonal producto de ver a sus estudiantes como mera fuerza de mano de obra aunque ahora mejor instruida y por ende catalogada. Sin embargo con la extensión de la ecuación general hasta 2° año medio esta realidad podría empezar a romperse. Creo que estas situaciones de determinismo hacia con los y las estudiantes dependiendo del sector es responsabilidad de todxs y particularmente de los mismos profesores que les cierran implícitamente la puerta a nuevas expectativas.